19 marzo 2007

Paseo por la Ciencia

03 marzo 2007

La función de la Ciencia en la Escuela

El saber científico es multidimensional. Está formado por conceptos, incluyendo los hechos, las teorías y las leyes; los procedimientos de la ciencia y las actitudes y valores que lo sustentan y permiten sus aplicaciones dentro de los límites establecidos por una ética universal. El conocimiento científico forma parte del acervo cultural de la Humanidad, construido colectivamente mediante la lucha del ser humano contra el Mito, para “arrancarle a la naturaleza sus secretos” y “repartirlos entre los hombres” (como dijo Gregorio Marañón, refiriéndose a Madame Curie). Es cultura, imprescindible para el desarrollo integral del ser humano y una herramienta fundamental para interpretar el mundo y no quedar fuera del juego intelectual de esta época. Esta comprensión del mundo es, además, el sustrato para liberarnos de supersticiones; pseudociencias, como la ufología, astrología y demás ciencias ocultas; terapias milagrosas; fraudes; manipulaciones y engaños. Todo un universo de patrañas que se multiplican sin control por la red y la televisión y a las que Carl Sagan, en su libro El mundo y sus demonios, responsabiliza de una nueva edad oscura.Las ciencias nos informan de los riesgos ambientales y de sus consecuencias (inundaciones, tornados, huracanes, sequías, etc.); pueden predecir algunas catástrofes naturales con una cierta precisión (tsunamis, volcanes, deslizamientos, etc.) y nos desvelan qué zonas del planeta son más seguras y cuáles son más peligrosas para los asentamientos humanos. Pero, además, nos facilitan la comprensión de las interacciones entre el ser humano y su medio: calentamiento global; agotamiento de los recursos naturales; falta de agua, energía y/o alimentos para abastecer a una población mundial; pérdida de biodiversidad; contaminación ambiental, etc. Y derivado de de este conocimiento, sobre ellas descansa el conjunto de soluciones a los problemas medioambientales, cuando satisfacen ciertos criterios éticos (la Ciencia construye “los saberes”, mientras que la Ética, “los deberes”): Un conjunto de soluciones racionales e imaginativas dentro de lo que conocemos como Desarrollo Sostenible, que no comprometa el futuro de las generaciones venideras y que garantice unos niveles de vida dignos para todos los cidudadanos. Por otra parte, la medicina y la mayoría de los objetos y materiales de uso corriente son productos del desarrollo científico y tecnológico y nos están abriendo las puertas a un grado de bienestar sin precedentes, pero también a una serie de nuevos dilemas y retos (contaminación electromagnética, clonación, Ingeniería Genética, ...) que hay que entender y valorar en su justa medida, buscando fórmulas compatibles con un modelo de desarrollo ajustado a los ciclos naturales, que garantice, además, el acceso a unas mejores condiciones de vida para todos los habitantes del planeta. Dentro de este ámbito, las ciencias fomentan actitudes y hábitos para el cuidado de la salud, así como conocimientos para hacer frente a los riesgos relacionados con la alimentación, el consumo, las drogodependencias y la sexualidad, proporcionando también las claves necesarias para comprender las nuevas tecnologías y sus posibles consecuencias para la salud y el medio ambiente. Con los últimos avances genéticos y neurobiológicos, las ciencias nos están ayudando a redefinir la condición humana, situando a nuestra especie en el lugar que le corresponde en la naturaleza y de esta forma afrontar las nuevas perspectivas sobre la libertad, la mente y sus enfermedades o la felicidad. Por otra parte, la disminución del analfabetismo científico nos proporciona la mejor vacuna individual y colectiva contra el dogmatismo y el fanatismo religiosos y contribuye a la necesaria y efectiva integración cultural, étnica, lingüística, social y económica de los diferentes pueblos y naciones y, a largo plazo, al desarrollo económico y social de los países más pobres. Finalmente, la Ciencia en general pone en juego valores que le son inherentes: escepticismo; racionalidad, entendida como el poder de la razón para comprender el mundo; búsqueda de la verdad objetiva; participación de la colectividad en la construcción del conocimiento; rigor intelectual; debate y confrontación de ideas; provisionalidad; etcétera. Por todo ello, la enseñanza de las ciencias contribuye a la formación de ciudadanos críticos, capaces de entender la complejidad del mundo y los cambios que estamos experimentando, a la vez que nos capacita para cuestionar las políticas de nuestros gobernantes y adoptar de forma autónoma, racional y fundamentada nuestras propias decisiones, facilitándonos la participación activa en la comunidad, como ciudadanos informados, comprometidos, libres y responsables. En definitiva, la socialización del conocimiento científico es la esencia de la democracia. Y si esto es así: ¿Por qué los políticos deciden por ley que esta cultura sea inaccesible para la mayoría del alumnado a partir de los 15 ó16 años? Buena pregunta en el Año de la Ciencia.
Casimiro Jesús Barbado López.
Coordinador de la Asociación Profesorado de Córdoba por la Cultura Científica

02 marzo 2007

A D. Manuel Toharia, Maestro de Maestros, defensor de una única Cultura

Acostumbrados como estamos a los discursos planos de ponentes que saben mucho, muchísimo, pero que no transmiten emoción; el pasado día 22 de febrero comprobamos que las cosas pueden ser de otra manera.
Allí estabas, detrás de la mesa, sin papeles, sin ordenador, sin más tecnología que el torrente de tus ideas y de tu voz; sin más recursos que la palabra amiga, convencida y sin doblez.
Fue durante tu conferencia o, mejor dicho, durante el encuentro con tus nuevos amigos y discípulos de Córdoba, mientras combinabas, con sabiduría magistral, el tiempo, el volumen de tu voz y ¡el espacio! Esos momentos tranquilos, hilvanando ideas, haciendo propuestas… Seguidos de otros momentos de fuerza, de tensión, cercanos al enfado y la rabia, para rebatir, criticar y denunciar el “status quo” de la incultura actual. Un sano, y a veces raro, ejercicio de sinceridad, al sacar fuera de ti las esencias de tu mente inquieta y rebelde (diría de tu alma, si ambos creyésemos en su existencia etérea, fuera de los límites de nuestras neuronas). Y de vez en cuando, momentos divertidos, esparciendo risas por la sala con anécdotas familiares, profesionales e incluso “Reales”.
Gracias por la forma de exponer tus ideas, por las vivencias y emociones que despertaste en nosotros. Gracias también por tu contribución a desmontar patrañas, por el revolcón a curanderos, astrólogos e “íkeres jiménez” que pueblan nuestra fauna y por reafirmar que nuestro trabajo, como defensores y defensoras de la Cultura (que no es de letras ni de ciencias) consiste en arrancar a las personas de los brazos de la ignorancia, en “desbobar” a los “bobos”, utilizando tus palabras que, en ningún caso sonaron a insulto, sino a revulsivo o purgante para las conciencias adormecidas, para la sociedad y, sobre todo, para los políticos de turno.
Pero el momento cumbre, que nos puso la piel de gallina, fue cuando recorriste la anchura del salón con el fin de explicarnos el "boom" demográfico. Paso a paso ibas señalando el suelo y la pared, recreando las variables de una investigación científica. Podrías haber utilizado una diapositiva. Pero ninguna imagen hubiera sido más efectiva que la un hombre menudo, canoso, con voz afable, alzando sus manos cerca de la puerta del salón de actos del CEP, para explicar que la Humanidad ha pasado, en poco más de un siglo (unos pocos centímetros de suelo), de 1500 a 6500 millones de habitantes, gracias al progreso científico. Y, a renglón seguido, pasar de esta alabanza, a la realidad más dramática: a pesar de este progreso, el 20 % de los seres humanos disfrutan del 80 % de los recursos.
Gracias, en definitiva, por hacernos comprender que, a pesar de que el cambio climático ocupa las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo, como un problema medio-ambiental gravísimo y con consecuencias terribles para los países ricos (y también para los menos desarrollados), el mayor reto al que se enfrenta la Humanidad es la inmensa pobreza del tercer y cuarto mundos, la desigualdad e injusticia en la distribución de la riqueza y, sobre todo, la insolidaridad de los que disfrutamos de las más altas cotas de bienestar.

Casimiro Jesús Barbado López
Coordinador del Colectivo Profesorado de Córdoba por la Cultura Científica